Sukero es una megalópolis situada en algún lugar bañado por el Pacífico. Las calles están limpias, los edificios son altos y bonitos, la gente es simpática, los negocios prosperan y la vida en general es agradable. Salvo por las cosas extrañas que pasan.
Grupos de chicas en vestidos bonitos ejercen violencia empleando poderes mágicos conferidos por animales parlantes. Genios de la informática maligna acosan a la población con sus ráfagas de datos corruptos. Ninjas urbanos con la última tecnología se enfrentan a ladrones de guante blanco en las cristaleras iluminadas por neón de los rascacielos. Bandas de adolescentes recorren las calles libreta en mano intentando desentrañar misterios que nadie se molesta en ocultar. Cyber-idols con cuerdas vocales posthumanas emiten mensajes subliminales alienígenas en sus conciertos.
Los clanes mafiosos de China Town resuelven sus diferencias con artes marciales, nigromancia y asesinos genéticamente modificados. Brujas de toda clase se reúnen en sótanos para celebrar aquelarres donde ponen a prueba drogas experimentales potenciadas con magia negra. Ginoides creadas con los últimos avances en IA pelean contra músicos de jazz en callejones tras acalorados debates sobre música. Cada día aparecen más cadáveres abatidos por balas que no fueron fabricadas para herir criaturas de este mundo. Numerosas sectas, grupos terroristas y bandas de netrunners sostienen que la ciudad no es más que una simulación de ordenador.
Los vampiros locales, la mafia rusa y Rasputín III mantienen una provechosa red de tráfico de crack satánico. Chicas corrientes encuentran ruinas que jamás deberían haber sido encontradas en los sótanos de su instituto. Un excéntrico millonario ha comprado todo un rascacielos para convertirlo en un templo y revivir el culto a Horus. Asesinas en serie disfrazadas de doncellas han convertido los barrios altos en su coto de caza personal. Una asociación internacional creada para defender a aquellos con capacidades metanaturales controla indirectamente la ciudad.
Pero a nadie le importa, están demasiado ocupados con sus propias vidas para meterse en estos embrollos o preocuparse por que en su ciudad muera menos gente de cáncer que devorados por caníbales de las alcantarillas.
Pero a ti te importa, porque tu propia vida está formada por estos embrollos. Puede que tú seas el nigromante que se hace pasa por los caníbales de las alcantarillas.
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